Islas Eolias

Patrimonio de la Humanidad | Las islas Eolias o Eólicas (Isole Eolie en italiano) constituyen un archipiélago volcánico en el Mar Tirreno, cerca de la costa nordeste de Sicilia. Fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000.

 

La isla más grande es Lípari, razón por la cual se conoce también al archipiélago como Islas Lípari. Las otras islas son Vulcano, Salina, Stromboli, Filicudi, Alicudi y Panarea.

Las Eolias guardan una curiosa relación con los astros: están dispuestas en forma de Y, como las estrellas del cinturón de la constelación de Orión. Vulcano se halla en la extremidad inferior, Alicudi y Stromboli en los extremos superiores, al oeste y al este respectivamente La ciudad más grande es Lípari, situada en la isla del mismo nombre. Acoge alrededor de 11.000 habitantes.

HISTORIA

Historia mítica

Los primeros amos de las islas fueron los dioses y monstruosas criaturas.
Eolo, el dios griego de los vientos, dio su nombre al archipiélago y regaló a Ulises un odre lleno de vientos favorables.

Hefesto, al que los latinos llamaban Vulcano, famoso por ser el forjador de los rayos de Zeus y del tridente de Poseidón, tenía aquí su fragua y vivía con sus ayudantes, los cíclopes, en el interior del cráter de Vulcano.

El mítico rey Líparo, hijo de Eolo, rebautizó con su nombre la antiuga Melignis, la más grande de las islas.

Prohistoria y Prehistoria

Las islas Eolias emergieron hace más de 700.000 millones de años.

Los primeros pobladores desembarcaron aquí, utilizando embarcaciones primitivas, hace aproximadamente 6000 años. Pueblo de pastores, agricultores o comerciantes, pero sobre todo de artesanos de la cerámica. Descubrieron obsidiana, mineral de durísima roca volcánica vitrificada negra y reluciente, no es producida por todos los volcanes. La obsidiana fue la causante del extraordinario desarrollo de la civilización neolítica en el archipiélago, con la creación de aldeas y la intensificación de los intercambios comerciales marítimos. A partir de la obsidiana se obtenían herramientas, raspadores, puntas de flecha y hojas menos resistentes que el sílex, pero más duras.

Se ha encontrado gran abundancia de obsidiana de Lípari en los poblados neolíticos de Sicilia y de la península italiana e incluso en las costas de Francia meridional y en Dalmacia.

La piedra pómez era empleada sobre todo como piedra abrasiva sobre la cual se limaban las herramientas y utensilios. Los grandes depósitos de piedra pómez de las laderas del monte Pilato han dado trabajo a numerosas generaciones de liparotas.

La lava se utilizó para construir las primeras viviendas: material sólido, poroso, perfecto para aislar de las tempestades, canículas, y para refugiarse de las lluvias traídas por los vientos desérticos. Para los cimientos se empleaban los bloques de lava, las paredes se construían con porosa piedra pómez, para el suelo la toba. Para el techo se usaba el llamado "astrico". Y el termino "techo", teniendo en cuenta su uso es impropio, en realidad se trataba de terrazas, para la recogida del agua de lluvia en cisternas subterráneas.

Los primeros habitantes de Lipari se establecieron, según los hallazgos, en los altiplanos del "Castellaro Vecchio". En el IV milenio adC nació el primer núcleo habitado, construido en la roca del Castillo de Lípari. El comercio de la obsidiana propició la expansión demográfica y urbanística, extendiéndose el asentamiento de la Rocca hasta planicie de la calle Diana.

A finales del III milenio adC, con el inicio de la Edad de Bronce, llegan a Lípari y al resto de las Eolias nuevos grupos étnicos debido a los regulares contactos que se establecieron con los micénicos. Las islas fueron frecuentadas por pueblos micénicos de estirpe eólica, ya fuertemente arraigados en Metaponto, para los cuales las islas se convirtieron en una especie de puestos vigías para el control de las vías comerciales que atravesaban el estrecho de Mesina. Precisamente de este pueblo eólico tomaron las islas el nombre que aún hoy conservan y a él hacen referencia las leyendas del mítico rey Eolo, señor de los vientos, citado en la Odisea.

En el curso del siglo XIII a. C. se establecieron en las islas, procedentes de las costas de Campania, pueblos ausonios con los cuales se relaciona la leyenda del rey Líparo de la que tomó su nombre la ciudad. Despobladas a finales del siglo X a. C. quizás a causa de rivalidades entre diversos pueblos por la supremacía marítima del bajo Tirreno, las islas quedaron prácticamente desiertas durante algunos siglos.

Época griega (colonización)

Durante la 50 Olimpiada (580 - 576 a. C.) Lípari fue colonizada por griegos de estirpe dórica, procedentes de Cnido y de Rodas, comandados por el heráclida Pentatlo, supervivientes de una infeliz tentativa de fundar una colonia en el lugar donde se halla la actual Marsala. Los nuevos colonos se encontraron, en primer lugar, ante la necesidad de defenderse de las incursiones de los Etruscos (Tirrenos). Precisamente por ello tuvieron que armar una poderosa flota, con la que obtuvieron numerosas victorias ante el enemigo y se aseguraron la supremacía en el mar. Con el botín conquistado erigieron, en el santuario de Apolo, en Delfos, unos monumentos votivos (más de cuarenta estatuas de bronce), de cuyos basamentos queda constancia.

Siglos V y IV a. C.

En 427 a. C., durante la primera expedición ateniense a Sicilia, conducida por Laques, los liparienses estrecharon una alianza con los siracusanos, quizás por su común origen dórico. Sufrieron ataques, como afirma Tucidide, por parte de la flota ateniense y de la región de Reggio, pero sin graves consecuencias.

Los barcos liparienses dominaban el bajo Tirreno y el año 393 a. C. interceptaron un barco romano que llevaba a Delfos una gran vasija que representaba la décima parte del botín de la conquista de Veio. Pero su supremo magistrado, Timasiteo hizo que lo restituyeran por tratarse de una obra sagrada dedicada al dios Apolo, que los liparienses veneraban. En 427 adC, durante la primera expedición ateniense a Sicilia, conducida por Laques, los liparienses estrecharon una alianza con los siracusanos, quizás por su común origen dórico. Sufrieron ataques, como afirma Tucídides, por parte de la flota ateniense y de la región de Regio, pero sin graves consecuencias.

Posteriormente, las islas fueron escenario de enfrentamientos entre el Roma y Cartago por su situación estratégica. En 260 a. C., la victoria romana en la Batalla de las islas Eolias sancionó el final de la Primera Guerra Púnica y la sustitución del dominio marítimo cartaginés del Mediterráneo por el romano. En 1544, las islas volvieron a ser el escenario de violentos enfretamientos, esta vez entre España y los piratas argelinos de Jeireddín Barbarroja (apoyados por Francia y el Imperio otomano). La guerra causó la despoblación de las islas, que debieron ser recolonizadas posteriormente desde Nápoles, Sicilia y España.

En la expedición cartaginesa del 408 a. C. - 406 a. C. Lípari mantuvo de nuevo relaciones amistosas con Siracusa. Por este motivo fue atacada por el general cartaginés Himilcón, quien, adueñándose de la ciudad, obligó a los habitantes al pago de una indemnización de 30 talentos. Una vez que se hubieron marchado los cartaginnses Lipari recobró su independencia.

Durante la tiranía de Dionisio el Viejo, Lípari permaneció al lado de Siracusa y, posteriormente, al de Tíndaro.

Finales del siglo IV y siglos III y II a. C.

En el año 304 a. C., la isla fue atacada por Agatocles, quien impuso a la misma un tributo de 50 talentos, perdido durante la travesía hacia Sicilia, por una tempestad atribuida a la cólera de Eolo. Seguidamente, Lipari cayó bajo el yugo cartaginés, situación en la que se encontraba cuando estalló la primera guerra púnica. Por sus excelentes puertos y por su posición de alto valor estratégico, el archipiélago se convirtió en una mejores estaciones navales cartaginesas. En el año 262 a. C. el cónsul romano Cneo Cornelio Escipión, confiando en que podía adueñarse de Lípari con cierta facilidad, quedó bloqueado por Aníbal, quien consiguió capturarlo a él y a toda su escuadra. En 258 a. C. Atilio Calatino cercaba la ciudad ante posibles asedios. En el 257 a. C. las aguas de las Eolias fueron el escenario de una cruenta batalla entre las flotas cartaginense y romana. Lípari fue conquistada por los romanos en el año 252 a. C. Arrasada con cruentas matanzas, perdió junto a la independencia la prosperidad económica. Dio inicio entonces un periodo de grave decadencia para la ciudad.

Por otra parte, siguió obteniendo ingreos sustanciales económicas de la industria del alumbre, que probablemente se extraía en la isla de Vulcano ya desde la edad de Bronce y del que Lípari tenía el monopolio en el mundo antiguo. Asimismo, también eran muy frecuentadas las excelentes aguas termales de Vulcano y de Lípari, que gozaron de un notable renombre también en la Roma imperial. Cicerón recuerda a Lípari y habla de los atropellos que la misma sufrió por parte de Verres.

Siglos I adc hasta el siglo IV

Las islas Eolias tuvieron una gran importancia estatégica durante la guerra civil entre Octaviano y Sexto Pompeyo, quine fortificó Lípari. Fue conquistada en el año 36 a. C. por Agripa, almirante de Octaviano, que convirtió la isla de Vulcano en la base de su flota para las operaciones que precedieron a la batalla naval de Milazzo y para el sucesivo desembarco en Sicilia. Lípari sufrió también en esta ocasión nuevas devastaciones y nuevos desastres.

Parece que posteriormente la isla de Lípari pudo gozar del estado jurídico de municipium. Plinio la definió como oppidum civium romanorum.

No hay noticias relativas a todo el periodo imperial romano (siglos I-IV). Sabemos sólo que el emperador Caracalla, después de hacer que asesinaran a Plauciano, su suegro, desterró a la isla a la mujer de éste, Plautila, y a su cuñado Plaucio, quienes murieron en el exilio.

Era cristiana hasta la Edad Media

En la era cristiana (quizás a partir del siglo IV), Lípari fue sede episcopal y al menos desde el siglo VI eran veneradas en su catedral las reliquias del apóstol San Bartolomé, las cuales, según las tradiciones que nos han sido transmitidas por escritores bizantinos, llegaron milagrosamente desde Armenia.

Edad Media

En los siglos de la alta Edad Media, Lipari fue meta de peregrinajes que acudían desde países cercanos y lejanos. Alrededor de las islas Eolias, y en particular alrededor de Lípari y Vulcano, florece, en la alta Edad Media, una rica y variopinta cosecha de tradiciones. El cráter de Vulcano era considerado en aquel tiempo como la boca del infierno en la que se quemaban las almas de los réprobos. Es conocida la leyenda relatada por San Gregorio Magno que habla del eremita que, el mismo día de la muerte de Teodorico, vio cómo el alma del rey godo era arrojada al cráter por mano Papa Juan I y del patricio Simmaco, que había sido asesinado por órdenes del primero.

Florecieron otras leyendas alrededor de la figuras del santo Obispo Agatón y del eremita San Calogero, que liberaba a la isla de los diablos y hacía que manaran las aguas salubres que llevaban su nombre.

En la alta Edad Media se produjo un inesperado despertar (tras muchos decenios de quietud) de la actividad volcánica en la isla de Lípari. Fue entonces cuando se abrieron los nuevos cráteres: el del monte Pelato, que hizo erupción de inmensas masas de piedra pómez, y el de la Pirrera, más cercano a la ciudad, que hizo erupción de una colada de obsidiana.

En el año 839 Lípari fue destruida por una incursión musulmán, que masacraron y deportaron en esclavitud a la población y profanaron las reliquias de San Bartolomé. Estas reliquias, píamente recogidas por unos ancianos monjes que escaparon a la matanza, fueron transportadas al año siguiente a Salerno, y desde allí a Benevento. Lípari quedó durante algunos siglos casi totalmente desierta, hasta la reconquista de Sicilia por parte de los normandos, que en 1083 instalaron allí al abad Ambrosio con un núcleo de monjes benedictinos. Alrededor del monasterio, del que aún quedan ruinas al lado de la catedral, volvió a formarse un núcleo urbano.

En 1331 fue reconstruida la sede episcopal de Lipari unida a la de Patti.

Roberto I de Nápoles, se adueñó de Lípari en 1340.

Siglos posteriores

En 1540 la ciudad fue saqueada por el corsario Barbarroja, que se llevó a los habitantes de la isla para utilizarlos como esclavos. Lípari fue posteriormente reedificada y repoblada por Carlos V y desde entonces siguió el destino de Sicilia y del reino de Nápoles

Los artistas modernos se dieron cuenta de la belleza salvaje de la región, y los documentalistas y cineastas describieron con sus cámaras las Eolias, redescubriéndolas al mundo, pues hasta la década de 1940 estas islas no fueron conocidas sino como cárcel para exiliados políticos.

Economía y turismo

Se cultivan el olivo y la vid así como la alcaparra, el almendro, la higuera.
También posee canteras de piedra pómez.
Y es uno de los principales exportadores de marfil blanco y de aceite de ballena.

En la actualidad, las islas son Patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco en diciembre de 2000, por la riqueza de sus ecosistemas y la belleza de sus parajes, preservados en algunos puntos y alterados por otros por la construcción turística descontrolada.

El turismo ha devuelto la vida a las islas Eolias, que después de la plaga de filoxera de la vid conocieron el éxodo de más de la mitad de sus 20.000 habitantes durante la primera mitad del siglo X . Tan sólo a partir de 1970 el saldo migratorio comenzó a ser favorable gracias a los empleos creados por el sector turístico.
Primero desembarcaron los vulcanólogos atraídos por la vitalidad de islas como Vulcano y Stromboli. Luego llegaron los veraneantes, aprovechando la conexión con los puertos de la península o aún la más cercana Sicilia (Milazzo y Mesina). Los barcos cubren la travesía de noche y ofrecen como espectáculo final las luces del alba frente a las islas. A los rápidos aliscafos hidroplano les sobra con un par de horas, a la vez que une las islas entre sí.